¿Qué es la felicidad?

Sin duda alguna es algo que todos buscamos y que no nos han enseñado cómo reconocer, creemos que es algo que se adquiere o se mide con relación a lo que tenemos, logramos o manifestamos en nuestras vidas, para cada uno su significado y la forma de encontrarla es diferente, digamos que la felicidad es un concepto completamente personal.

Nadie puede decirte como encontrarla, como sentirla, ni nadie puede vivirla por ti, cada uno de nosotros necesita encontrar su propia fórmula para reconocerla.

Para mí la felicidad no es sólo un estado emocional, para mi es una decisión consciente que nos lleva a vivir en un estado de PLENITUD en el que lo que ocurra alrededor no perturbe ese estado de bienestar interior.

SER feliz no significa no llorar, no enojarse, no frustrarse, para mi significa ser consciente de lo que siento en el momento que lo siento, es hacer una pausa, reconocer mi momento presente y elegir en donde pongo mi atención para seguir avanzando.

La felicidad va mucho más allá de una sonrisa, es más una satisfacción personal basada en tu propia tranquilidad y en la confianza de que vas por buen camino y de que te permites vivir con libertad (siempre con respeto, amor y asumiendo la responsabilidad de tus decisiones)

Y ahí está la clave, en hacernos responsables de nuestros pensamientos, los cuales activan emociones y generan acciones que nos llevan por nuestro viaje del día a día.

Siento que desde pequeña (o incluso desde antes de venir a este planeta), elegí ser feliz, decidí que mi vida era digna de ser vivida al máximo y enfrentarla con la mejor cara; tal vez gracias a esa elección he podido enfrentar mis pérdidas desde otra perspectiva.

Es como si hubiera un chip o un programa dentro de mí que me ayudara a continuar, aún en los momentos más duros que la vida me ha presentado.

A mi manera de ver, no es que cada experiencia o pérdida me haya hecho más fuerte, más bien es gracias a esa fortaleza y a mi decisión de ser feliz, que he podido enfrentar hasta ahora de una manera digna, mis grandes dolores.

Conscientemente recuerdo haber hecho esta elección en voz alta el 11 de enero del 2006, el día que mi mamá trascendió a un mundo al cual mi mente sigue sin entender pero que mi alma acepta.

Ese día al cerrar sus ojos le dije “Te juro que voy a ser feliz”.

Esas fueron mis palabras, esa fue mi promesa a ella, a mí y a la vida misma, esa fue mi elección consciente.

Ahí entendí que la decisión de cómo vivir era mía, que de ahí en adelante era yo la única responsable sobre la forma en la que quería vivir cada una de mis experiencias, no digo que fue fácil, el dolor de su ausencia, el sufrimiento de mi padre, hermano y sobrina me angustiaban, tanto que durante los primeros años quise tomar el papel que mi mamá había desempeñado con tanto amor y cordura, hasta que entendí que ese no era el camino que me llevaría a cumplir mi promesa, que tenía que hacer ajustes en mi panel de control para emprender el vuelo hacia un nuevo destino, hacia mi propio destino.

Desde entonces no he dejado mi trabajo interior y hoy puedo decir que cada una de las decisiones que he tomado en mi vida han sido basadas en esa promesa,.

Si confieso la verdad, la toma de mis decisiones importantes no ha sido pensada, ha sido escuchando esa voz interior que viene de un lugar profundo, que, al escucharla con atención, la siento en el cuerpo, y así confirmo el rumbo de mis pasos.

Durante mucho tiempo trataba de evitar sentirme mal, triste o desolada, pensando que si no me sentía feliz todo el tiempo, estaba traicionando mi promesa, ahora con el paso de los años he reconocido que no tengo que rechazar esas emociones o pensamientos, que, al contrario, los abrazo y los convierto en mis compañeros de viaje, porque son el termómetro que me ayuda a reconocer que estoy viva, que siento y que mi felicidad se basa en SER la totalidad que soy.

SER feliz es reconocer que ese rayito de luz siempre hará que se ilumine el camino para caminar cuando es de noche y brillará más fuerte durante el día.

Gracias.