Todas las mañanas inicio con la rutina familiar: preparar a mis hijos para ir a la escuela, disponer el desayuno de mi esposo y hacer una revisión rápida de mi agenda del día. Pero desde hace años me tomo unos minutos antes de arrancar…

Es decir, cierro los ojos y me pregunto: ¿cómo me siento hoy? Me observo internamente y voy reconociendo las sensaciones en mi cuerpo. Soy una mujer más nocturna que diurna (y más aún los lunes), así que necesito de ese pequeño momento para reconocer cómo amanecí y, luego, despertar consciente para poder tomar las mejores decisiones a lo largo del día. Así, mantengo un hábito de Auto Reconocimiento.

En ocasiones, puedo reconocer que mi estado de ánimo está completamente relacionado a lo que soñé, así que simplemente me permito sentir la emoción y reconocer de dónde viene. No interpreto ni busco nada. Simplemente me doy permiso de saber cómo amanecí.

Cada día despertamos con una energía diferente dependiendo de lo que soñamos, de la calidad y las horas de sueño, y de las actividades que nos esperan. Pero generalmente no nos damos tiempo para identificar cómo estamos iniciando el día y, básicamente, arrancamos en piloto automático.

Es cierto que tenemos horarios para iniciar nuestras actividades o para llegar al trabajo, pero… ¿qué perdemos y cuánto ganamos si nos damos 5 minutos para identificar en qué condiciones estamos iniciando el día?

Un trabajo interior continuo

Además de la revisión matutina, a mitad de la tarde hago otra revisión. Tal vez ocurrió algo que no me hizo sentir bien y que me sacó de mi centro o simplemente necesito hacer una pausa para seguir. Así que respiro e identifico lo que está pasando.

Por lo tanto, hacer estas pausas me permite identificar en dónde estoy y qué estoy sintiendo en el momento presente. Gracias a estos pequeños momentos de consciencia plena he podido identificar si hay algo en lo que tengo que profundizar, por ejemplo, algo que me está causando dolor o incomodidad (física o emocional) y que necesita de mi atención para mejor entenderlo y, después, poderlo transformar. A veces, simplemente me permito ser consciente de aquello que estoy viviendo en el momento presente y agradecerlo.

Además, otro beneficio de estas pausas es la ayuda que me brindan para manejar mejor mis reacciones. Si reconozco que estoy triste, cansada o agobiada, sé que debo bajarle al acelerador, que no estoy al 100% y me doy permiso de ir un poco más despacio en mis actividades en lugar de querer hacer todo como si mi batería estuviera llena.

Algunos beneficios de estar consciente

Es frecuente que la rutina y las exigencias de la agenda diaria nos quieran persuadir de que no tenemos tiempo de detenernos a pensar en nosotras mismas, pero los beneficios son muchos. De manera muy específica, el simple ejercicio de preguntarme cómo me siento me ha ayudado:

• A evitar las explosiones de impaciencia con mis hijos. A ser más paciente.

• A cuidar mis formas impulsivas de responder. A lograr una comunicación más clara y honesta.

• A reconocer la agitación de mis pensamientos y mis sentimientos. A desarrollar mi equilibrio emocional.

Así, cada vez que reconozco que no estoy en buen lugar, le digo a mi familia: “Hoy no me siento muy bien, estoy preocupada (o triste o enojada o irritable…)”, y con el sólo hecho de compartirlo desde mi corazón, ellos lo entienden. No es que se sienten y se porten como angelitos, pero comprenden que:

• No estoy en mi mejor versión en ese momento.

• Si exploto (porque puede llegar a pasar) saben de donde viene.

• Es sano decir “no estoy bien”.

• Todos tenemos derecho a no estar bien y que ESTÁ BIEN NO ESTAR BIEN. 😊

En conclusión, estos son solo algunos de los beneficios que he detectado en mi vida familiar a partir de poner atención en mi desarrollo personal. Podría pasar horas compartiendo cómo estas pausas conscientes de Auto Reconocimiento aportan serenidad a mi mente, dan dirección a mis acciones y contribuyen a la claridad de mis emociones.

Por ahora, te dejo estas ideas con amor.

Ana.